top of page

Sentarse en la vereda

  • Pamela Lorca Santander
  • hace 2 días
  • 2 Min. de lectura



Hace muchos años estaba pasando por una etapa difícil. No es que estuviera mal, sino que estaba intentando armarme una buena vida; me sentía feliz, pero la vida cotidiana se me hacía cuesta arriba. En esa época uno de mis trabajos era con profesores de escuelas públicas de Peñalolén. Iba manejando para allá después de haber llevado a mi hijo mayor al colegio, había taco y estando en una calle de doble tránsito una micro imprudentemente intentó adelantar sin tener el espacio para hacerlo, y al tratar de evitar un choque frontal se me tiró violentamente por el costado. Quedé aturdida por unos segundos, pero la rabia de que se intentara escapar me despertó, y lo seguí por un largo rato, hasta que decidí desviarme a una comisaría de carabineros para dejar constancia de lo ocurrido. Y ahí me lo encontré, declarando una historia completamente falsa de todo.


Cuando fue mi turno sé que me acogieron bien, pero la recomendación fue que activara mi seguro y evitara un camino más largo que podría además resultar infructuoso. Al salir de ahí iba a entrar a mi auto para seguir rumbo al trabajo pero me detuve, me senté en el borde de la vereda y me puse a llorar. Más que agobio sentía pena por cómo me sentía. Me recuerdo y me imagino ahí sentada en el suelo con los codos en mis piernas y las manos sobre mi cara mientras me caían las lágrimas. Viéndome de lejos siento ternura por quién era, por lo que estaba tratando de construir en mi vida, por la búsqueda porfiada de ser yo a pesar de los obstáculos. Sé que en ese momento me senté para parar el mundo, ocuparme de mí, estar conmigo. Y cuando fue lo suficiente, me paré y seguí a mi trabajo.


A través de los años siguientes se me ha venido esa frase muchas veces "sentarse en la vereda" cuando he visto a alguien que persiste en caminar cuando en verdad ya necesita un descanso, cuando he visto a alguien temeroso de parar, pensando que de ahí no saldrá más. A veces pasa también que, sin pensarlo, simplemente seguimos caminando porque el movimiento es vida.


Sentarse en la vereda siempre ayuda, sé que es así, aunque sean segundos. No tengo dudas porque lo he visto cientos de veces: da muchas más fuerzas, permite caminar más y mejor al final.

 
 
 

Comments


​MÁS ESCRITOS

SIGAMOS EN CONTACTO

Gracias por suscribirte!

Sigamos en contacto

Sígueme en Instagram o suscríbete a mis novedades.

Gracias por suscribirte!

© 2024 by Pamela Lorca Santander.  Powered and secured by Wix

bottom of page